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Teoría estética y política del bolso

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El Museo Victoria & Albert de Londres recorre a través de 250 piezas la historia de un complemento cargado de significado social y creativo en la exposición ’Bags: Inside Out’

Rafa de MiguelLondres -

El interior de una maleta o de un bolso es el reflejo de la manera de pensar de su propietario. Su aspecto externo, un símbolo de estatus social, una declaración de intenciones ante el mundo y hasta un manifiesto político. El Museo Victoria & Albert de Londres ha presentado finalmente la exposición Bags: Inside Out (Bolsos: de dentro afuera), después de que el confinamiento retrasara una inauguración prevista para el pasado abril.

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Podría haberse llamado Handbags, el término inglés para llamar al bolso de mano que millones de mujeres visten en todo el mundo. Pero se llama Bags (bolsas / bolsos), “porque aunque cuando piensas en bolsos, piensas en mujeres, no es cierto en absoluto”, defiende la italiana Lucia Savi, comisaria de la exposición. “Los hombres, y también los niños y las niñas, han usado bolsas a lo largo de toda la historia. Construimos nuestra identidad con los complementos que llevamos, y ya vivimos en una época en la que los hombres visten bolsos, sin importarles en absoluto”.

Una historia asociada a cada objeto de deseo. Como el Birkin, cuyo diseño surgió del encuentro casual entre la actriz Jane Birkin y el director ejecutivo de la casa Hermès en un vuelo comercial de Air France. Se quejaba ella de la falta de compartimentos que tenían la mayoría de los bolsos, y su necesidad acabó creando un icono del siglo XX perseguido como conquista mayor por muchos coleccionistas. Porque un bolso puede convertirse en una pieza de inversión cuyo valor aumenta con el tiempo. “No puedes entrar en una tienda y simplemente comprar un Birkin. Tienes que conseguirlo. En ocasiones, a través del mercado de segunda mano o de las subastas. Es la dificultad de conseguirlo lo que provoca que mucha gente aún lo desee más”, explica Savi. La exposición muestra el bolso original, con las iniciales de la actriz, prestado por una coleccionista privada. O el Kelly, otra de las joyas de Hermès, con el tamaño y la forma justas para disimular el incipiente embarazo de Grace Kelly. O el Jackie, de Gucci, que popularizó en los años setenta Jacqueline Kennedy. O el Lady Dior, el homenaje de la firma francesa a la Princesa Diana de Gales. “Cada una de las piezas expuestas muestran el modo en que su propietario ha querido ser visto por el resto del mundo”, defiende Georgia Mulvaney-Thomerson, una de las ayudantes de investigación de una muestra que ha tardado dos años y medio en estar lista. “This is not a bag, it’s a baguette” (no es un bolso, es una baguette), decía la actriz Sarah Jessica Parker en el anuncio de Fendi que conmemoraba el “bolsito” de lentejuelas que le roba un atracador, en un callejón desierto, en la serie Sexo en Nueva York.

La exposición, con 250 piezas, muestra las distintas formas en se manifiesta la fuerza política de las mujeres. Como el eterno bolso de la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, que llegó a constituir por sí mismo un verbo nuevo: to handbag, o dar órdenes a un hombre con autoridad y firmeza. O los diseños realizados por la artista Tracey Emin para el décimo aniversario de Longchamp con la leyenda “International Women” y los bolsos de segunda mano redecorados con potentes mensajes por otra artista, Michele Pred: “Mi cuerpo, mi asunto”, en letras luminosas.

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Lujo y estatus en los que el continente pasa a ser más valioso que el contenido. El maletín rojo de Winston Churchill (Red Box), que portaba importantes documentos de Estado. El baúl de viaje diseñado por Louis Vuitton en 1900 para Emilie Busbey Grigsby, con el legendario anagrama de la marca ya borrado por el paso del tiempo y multitud de etiquetas para mostrar todos los lugares por los que se movió la socialité estadounidense afincada en Londres.

La propuesta del Victoria & Albert sugiere un mundo inabarcable que dice mucho sobre la necesidad de las personas de exhibir siempre su impronta. La bolsa militar para que la población portara las máscaras de gas, durante las dos Guerras Mundiales, está decorada con dibujos y colores que disimulan el terror al que hace frente. La mochila roja, tan simple como cualquier otra mochila, pero con las enormes letras blancas de la firma Supreme muestra la necesidad de parte de una generación de aferrarse como identidad a las marcas que el mercado les propone en cada momento. La bolsa diseñada por Anya Hindmarch en 2007 para la cadena de supermercados Sainsbury, realizada con materiales orgánicos y que muestra la leyenda “I’m not a plastic bag” (No soy una bolsa de plástico), costaba en su momento 5 libras esterlinas. Poco más de cinco euros. Hoy es pieza de colección, pero sobre todo, el antecedente claro de un movimiento ciudadano del que nadie puede ya evadirse.

La muestra concluye con una reproducción detallada del proceso de fabricación de cualquier bolso, desde los bocetos iniciales a los patrones, del manejo de las pieles o tejidos a los bordados o dibujos finales. Una mirada cercana al modo en que se crean algunos de los sueños más codiciados.

Sobre la firma

Rafa de Miguel

Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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